Yo, cuando leía esto, pensaba en un tipo poniendo altavoces en mitad del monte con sonidos de motores que van y vienen. Me ha venido a la mente la imagen del típico científico loco, y como, la profesión de científico, es de las pocas que "hacer locuras" no esta vetado. Imagino que mientras esas locuras estén fundamentadas y justificadas, y el riesgo de esa locura este en equilibrio con el beneficio para la sociedad, te dan dinero para hacerlas.
De las pocas cosas que aprendí en clase de Economía Agraria es que a mayor riesgo debes esperar mayor beneficio, y por lógica, a menor riesgo no deberías esperar gran beneficio. Esto trasladado a la profesión de científico me parece un tema interesante. Sobretodo porque el beneficio que esperamos de nuestro negocio, el de científico, no sólo implica el beneficio directo para la sociedad y el mundo, también nuestra supervivencia en la profesión, y para los que ya viven de ella, su reputación. Me paro aquí, pero ese triángulo - sociedad, supervivencia y reputación - que en principio debería estar liderado en favor de la sociedad, simplemente da miedo. Sobrevivir con una reputación decente y hacerlo en favor de la sociedad, es a lo que aspiro. Se puede hacer bien.
Y bueno, volviendo a las aves y el ruido, las hay que saben elegir bien...
Cernícalos en un cementerio olvidado de un pueblo fantasma. Lagunas de Villafáfila. 25 diciembre, 2014. |